viernes, 29 de agosto de 2014

EL ENTIERRO DEL LÍDER
Un día como hoy en 1887 la ciudad de Huaraz era un total hervidero de gente. Prácticamente toda la ciudad se volcó al nuevo cementerio de Yucyucpampa. El motivo era muy especial, llevaban a enterrar a un personaje que en los dos últimos años estuvo al frente de los principales acontecimientos que sucedieron en la ciudad.
Se trataba del entierro de los restos de quien fuera el líder de la revolución campesina de 1885, el representante de Marián y alcalde pedáneo de los caseríos del distrito de Independencia, Pedro Pablo Atusparia.

 
El libro de Augusto Alba Herrera es el más completo sobre el líder

Atusparia pasó de ser un reconocido tintorero, oficio de mucha prestancia por ese entonces, a liderar el alzamiento popular más importante de la vida republicana en el Perú. Precisamente ese prestigio que se había ganado en la ciudad le sirvió para alzarse como nítido dirigente de un movimiento que al principio de mostró amorfo y si no fuera por la capacidad de dirección de Atusparia, Dios sabe en qué habría degenerado. 
No olvidemos que alrededor del alzamiento se movían otros intereses: por un lado estaban los caceristas que impulsaban la guerra civil en contra del gobierno de Miguel Iglesias, y desde Carhuaz vino el otro Pedro, Pedro Celestino Cochachin de la Cruz Huarca, el "Uchcu Pedro" preconizando la guerra de razas.
Frente a estos dos proyectos, el de Atusparia fue el que prevaleció, la lucha por la defensa de los derechos de los campesinos y el respeto a su identidad y su cultura. Visto a través del tiempo, esta es la realidad que se vivió en esa época.
La población de Huaraz valoró los méritos de Pedro Pablo Atusparia y a su entierro acudió en forma masiva. Con ese acto reconocía en él al líder indiscutido de la revolución. La historia se ha encargado de elevar a Pedro Pablo Atusparia al lugar que se merece.

Atusparia en mural pintado por Jorge Salazar (M.P.Hz.)

Una nota final. Sobre las causas de su muerte se ha hablado mucho. Y se mal informa al decir que murió envenenado por los propios campesinos de Marián. Con esa idea le hacemos un flaco favor a nuestra clase campesina. Los presentamos como resentidos y vengativos; asesinos a mansalva. Esa aseveración no resiste el más mínimo análisis: con decir que la forma de hacer justicia en el Ande es el linchamiento colectivo, jamás el envenamiento.
La realidad es que Atusparia fue una de las tantas víctimas que sucumbieron ese año, 1887, a una terrible epidemia del tifoidea que asoló los caseríos de la zona este de Huaraz.
a los 127 años de su fallecimiento, la imagen de Atusparia, luchador social, se eleva incólume y gloriosa. Marcando el horizonte de grandeza que espera a nuestro pueblo.

 
El óleo de Edna Velarde es ya una obra clásica

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