miércoles, 2 de noviembre de 2011

EL DÍA DE LOS DIFUNTOS

Desde que el hombre es hombre, ya existía la idea del más allá, por lo que se veneraba a los ancestros. En nuestro país, donde la presencia humana es reciente, tanto en Guitarrero, Lauricocha, como en Toquepala, se han encontrado entierros con una antigüedad de 12 a 10 mil años a.C.
No olvidemos que oficialmente, los restos del peruano más antiguo son una quijada y una clavícula pertenecientes a una mujer que fue enterrada en la cueva de Guitarrero, aquí nomás, en Shupluy, frente a Mancos, rodeada por un círculo de ceniza; su antigüedad se calcula, según el arqueólogo Thomas Lynch, en unos 12,800 años.
Con el correr de los siglos, cuando el hombre andino comienza a vivir en villorios, o en complejos más elaborados, como Sechín Bajo o Caral, hace unos 3 mil años a.C., la costumbre de rendir culto a los muertos se halla ya muy sofisticada.
MOMIA DE CHINCHORRO CON MÁSCARA FUNERARIA

En la costa peruana, se realizaban los entierros cubriendo a los cadáveres con esteras o juncos. Un pueblo del sur del Perú, en Chinchorro, Arica; se especializó por esa época en momificar a sus muertos.
Se considera que cuando surge Chavín, 1,500 años a.C. ya se había generalizado la costumbre andina de enterrar a los difuntos en posición fetal y que se establece la norma de elaborar  fardos funerarios con múltiples capas de tejidos, sentando al difunto en una canastilla en posición fetal y rodeándole de ofrendas y objetos para su utilización en el más allá.
Al pasar el tiempo, los Mochicas, los Recuay y otras culturas que existieron en el período comprendido entre los años 200 al 700 d.C. emplearon tumbas subterráneas. En el caso de los Recuay, nuestros directos antepasados, se estableció la costumbre de representar en piedra a los difuntos jefes y principales para de este modo perennizar su recuerdo eternamente; una vez hecho piedra, se divinizaba a la persona. Es por ello que tenemos tantos monolitos que representan a curacas, sinchis o mamaconas, ataviados primorosamente; los podemos apreciar en la Av. Luzuriaga, en réplicas muy hermosas elaboradas por ese gran artista andino que es José Torres Ocaña.

CURACAS Y GUERREROS RECUAY INMORTALIZADOS EN PIEDRA

La tumba de Jancu es el mejor ejemplo de un entierro Recuay. Bajo una gran piedra se oculta una escalera que conduce a una gran recámara dividida en siete cubículos, cada uno conteniendo el fardo funerario. Esa cámara mortuoria habría pertenecido a un señor principal Recuay y a su familia, pues entre las ofrendas se halló en una tumba, un plumaje de oro que indicaba la realeza del personaje que lo portaba. En Cátac, donde se halló el mayor cementerio Recuay, los entierros también eran subterráneos.

EL OCRE EN GUITARRERO INDICA QUE FUE CEMENTERIO RECUAY

Cuando alguien moría, se le embalsamaba y el lugar de su entierro, la cueva o el subterráneo destinado, se pintaba de ocre. El ocre era el color de luto entre nuestros antepados los Recuay. Es por ello que la cueva de Guitarrero tiene los exteriores pintados de ocre intenso, porque entre sus últimos ocupantes, estaban los Recuay que utilizaron la cueva como mausoleo.
Fuera de nuestra región ,el caso del Señor de Sipán es ilustrativo. Elaboraban una pirámide ceremonial en cuya base se ubicaba al difunto, rodeado de guardianes mutilados, sus concubinas principales, animales mágicos (llamas y perros) y multitud de ceramios ceremoniales. Recién en la época Wari (900 d.C.) se generaliza el uso de los mausoleos o chullpas. Esta costumbre la adquirieron de los Tiahuanacu. En el norte del Perú, en Ancash, a donde llegó la influencia Wari, se conocen chullpas en las zonas de Honkopampa, Willcahuain y Waullak.
Willkawaín, fecha su existencia hacia el año 900 d.C. Y su construcción de tres plantas no es sino un grandioso mausoleo elaborado para cobijar a la familia gobernante de aquel lugar. Ichik Willkawaín es un conjunto habitacional que ocuparon los familiares de los difuntos a quienes cuidaban con mucho esmero.

WILLKAWAÍN ES UN MAUSOLEO FAMILIAR

A las momias de los principales curacas, de los sinchis que destacaron en la guerra, se les veneraba y se les llamaba “mallquis”. Los mallquis se guardaban en cuevas de donde las sacaban en procesión en fechas especiales. Esta costumbre, trasciende los tiempos, y se materializa en las actuales procesiones católicas, los campesinos tienen especial predilección por este tipo de ceremonias por ser una práctica atávica.
La costumbre de dar de comer y beber a los difuntos en determinada fecha del año, el 2 de noviembre, es una reminiscencia de las prácticas ancestrales de nuestra cultura, que considera que una vez al año, el qamaquen, el aliento vital, ánimo o alma, volvía a nuestro mundo y debía alimentársele para que continúe su camino por el Hatun Aya Mayu, el gran río de la muerte, hoy conocido como la Vía Láctea.
Quienes aún piensan que los españoles trajeron los perros, deben saber que en el Ande peruano existían hasta cinco variedades de "allqo", y que entre sus funciones, la principal era acompañar al alma del difunto en su camino al más allá, hasta la chacrita llena de sabrosas papitas negras, que era el equivalente del paraíso para nuestros ancestros.
Que no nos extrañe por ello ver el nuestro cementerio de Pilataraq o en los cementerios campesinos este próximo 2 de noviembre, a la gente humilde llevando comida ese día y adornando con muchísimas flores las tumbas de sus antepasados.

PREPARAR LAS "WAWAS" ES OTRA TRADICIÓN DEL DÍA DE LOS DIFUNTOS

La fiesta de los Difuntos, es para nosotros, los habitantes del Ande, muestra de la gran y profunda religiosidad de nuestra cultura. Sabemos que la vida no se acaba en este mundo, se transforma y nuestro alma va al más allá. Así como honramos a los ue nos antecedieron, esperamos que también los que vienen, se acuerden de nosotros.
 

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